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Cuento La princesa y el guisante

El cuento corto de La princesa y el guisante es un libro del escritor y poeta danés Hans Christian Andersen, publicado por primera vez en 1835 y autor de otros cuentos clásicos. Es una de las historias de princesas y príncipes más famosas, que ha llegado a todo el mundo y en diferentes idiomas.

Hay diferentes versiones de la historia de la princesa y el chícharo, incluso películas, dibujos animados y juegos interactivos. La versión reescrita del libro por Adivinanzas10.com en 2024 es el cuento para niños y niñas completo, pero corto y resumido. Los cuentos infantiles de princesas son geniales para leer a la hora de dormir o usar en la escuela gracias a sus fantásticas imágenes e ilustraciones.

Puedes leer el resumen del cuento clásico original escrito en nuestra web, o descargar la versión para imprimir en .pdf de la historieta.

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La princesa y el guisante

Había una vez un hermoso príncipe. Era alto, de buena presencia y muy educado.

Su mayor problema era que no daba con la chica ideal para casarse y convertirla en su princesa.

Se sentía desmotivado y con baja autoestima porque pensaba que él no era suficiente para ninguna y por eso, hasta ahora, había fracasado.

La realidad es que no había nada malo en él, solo que todavía no llegaba la indicada.

También tenía problemas con su madre que siempre buscaba algún defecto en las chicas que el príncipe escogía diciéndole cosas como:

“Hijo mío, ella no es la correcta, habla muy poco… está muy flaca… su rostro es extraño… no sabe bailar”

Para el príncipe, ninguna de estas cosas era importante porque él sabía ver el valor que cada una tenía, pero sin la autorización de su madre, la reina, no se podía casar.

Una noche de tormenta estaban sentados en la mesa a la hora de cenar. La cocinera del palacio había preparado un exquisito pavo horneado con verduras que era la comida favorita del príncipe. Sin embargo, estaba muy desanimado:

“Ya tengo 30 y no consigo a mi princesa. Padre, creo que tendré que gobernar solo”.

Su padre, el rey, también estaba muy preocupado porque veía a su hijo triste. Él no era tan estricto como la reina.

“Hijo mío, ya no te preocupes más por eso, aunque tengamos que recorrer cada casa del reino y de los reinos vecinos, encontraremos a la princesita ideal para ti”.

“Estás en lo cierto amado esposo, es necesario que sea una princesa real. No aceptaré nada menos”.

Continuaron disfrutando de su cena y en poco tiempo empezaron a llamar a la puerta del castillo. Todos quedaron muy impresionados porque estaba lloviendo muy fuerte y por las ventanas se veía cómo los rayos resplandecían en la oscura noche.

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A los pocos minutos llegó una de las sirvientas del rey al salón con una muchacha a su lado. Era de hermoso aspecto, pero estaba muy mojada por la lluvia y con el vestido cubierto de barro. La reina la miró con desprecio, más el rey se preocupó por ella:

“Mi querida muchacha, ¿qué es lo que haces por los exteriores del palacio en una noche de tormenta como esta?”

“Oh, querido rey. Estoy visitando algunos sembradíos junto con mi padre y me perdí en el camino. Empezó la lluvia y tuve que correr sin dirección hasta que vi las luces de su hermoso palacio. Le ruego que me deje permanecer aquí hasta el amanecer”.

“Por supuesto que te quedarás querida jovencita. Dime, ¿desde qué lugar vienes?”

“Soy la princesa del reino del Norte y mi padre, el rey, el dueño de las viñas que están del lado oeste de su pueblo”.

Al decir esto, la reina la tomó como mentirosa porque era imposible que una princesa de verdad estuviese en esas condiciones, así que decidió que le haría una trampa para descubrirla.

“Puedes quedarte en el palacio esta noche muchacha. Por favor ayuden a asearla y a que se cambie esos vestidos mojados y yo misma le voy a preparar un lugar para dormir”.

La reina se fue a una habitación que nadie utilizaba y colocó un pequeño guisante debajo del colchón. Inmediatamente, hizo traer varios colchones más y los colocó uno encima del otro pensando:

“Una princesa de verdad verá perturbado su sueño con ese guisante, seguro esta niña ni lo sentirá.”

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A la mañana siguiente, cuando estaban sentados todos para tomar el desayuno, la princesa entró al salón y el príncipe pudo verla bien. Quedó impresionado de su belleza y la ternura que expresaba su rostro. No obstante, su madre ya tenía su discurso preparado:

“Buenos días, princesita, ¿Dormiste bien anoche?” – dijo con una sonrisa burlona.

“Buenos días, querida reina. Agradezco su hospitalidad, pero he pasado una noche terrible. Sentía una piedra dura debajo que no me dejó conciliar el sueño”

La reina se sorprendió mucho de que sí fuese una princesa real, ya que solo una podría haber detectado el guisante, así que cambió de inmediato su forma de dirigirse a ella y la invitó a sentarse y a que le sirvieran las mejores frutas y panes que había para desayunar.

El rey y el príncipe también se sorprendieron, más no dijeron nada. El príncipe estaba encantado con la princesa y ella con él, así que poco tiempo después enviaron a buscar a su padre para comunicarle su deseo de que fuese su esposa. El Rey del Norte aceptó gustoso y el príncipe y la princesa se casaron y vivieron felices para siempre.

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Aprendizaje, lección o moraleja de la princesa y el guisante: esta fábula o cuento nos muestra la importancia de no valorar a las personas por su apariencia física. La reina pensó que la princesa no podía serlo por llegar tan tarde, mojada y llena de barro a su castillo, sin embargo, después pudo saber que sí tenía sangre azul.

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